CINCO RESPETABLES DEDOS
El otro día tuve la oportunidad de pasar un buen rato en casita sin más que hacer uso de mi reproductor de películas (ahora es un deuvedé, antes era un video), y ponerme algo del genio Mankiewicz. Y una vez más me quedé asombrado de lo maravilloso de sus personajes y lo subyugante de sus guiones.La película era Operación Cicerón (5 fingers para los que somos unos esnobs y nos gusta eso de la versión original) y nos cuenta la historia real de un espía albano que pasó a los nazis bastantes documentos secretos de la embajada británica en Turquía.
Aquí nos damos cuenta de lo que es la diplomacia. Ver como por el frívolo placer de la compañía de una dama los embajadores del Reino Unido y de la Alemania nazi se cruzan de fiesta en fiesta, sin toparse de frente, con tal de saludar a la dama en cuestión. Mankiewicz nos enseña mucho en la película, nos enseña como el individualismo rige cada uno de nuestros pasos, nos enseña las castas que existen desde que el hombre es hombre, nos enseña como esas castas son insalvables, nos enseña como el dinero hace y deshace voluntades, nos enseña como la venganza puede ser un placer sublime... en definitiva, nos permite observar como somos todos y cada uno de nosotros.
Termino de ver la película y me aparecen los Simpson en la pantalla. Con ese aire fresco que siempre destilan me dejo llevar hasta el final del capítulo y es entonces cuando aparece el desierto televisivo al que por desgracia nos tienen acostumbrado. Un erial de opciones interesantes es lo que nos ofrecen los muchachos que buscan ideas nuevas e interesantes con las que cautivar al pueblo llano. Y es que el pueblo cada día es más llano... es una llanura seca de árboles de elegancia, de bosques de pensamiento. Todos los días vuelvo a la cruda realidad de nuestra televisión. Espero a que empiece el programa de Dragó para escuchar su torrente cultural. Leo algo, y finalmente me decido por jugar a la Playstation. Esto es un desastre.
Vuelvo a pensar en Ulysses Diello, tan magistralmente interpretado por James Mason, vuelvo a pensar en como se la juega por unos miles de libras, unos cuantos miles que le permitan no ser sino vivir como un señor. Porque Diello ya era un señor. Toda una vida sirviendo a la nobleza cuando él tenía más clase que todos los aristócratas con los que se juntó. Me quedo con la frase al final del brasileño que va a visitarle para averiguar la procedencia de su dinero, su talento para la cata del vino es célebre a modo de excusa por dudar de la intachabilidad del señor Diello. Después de todo se merecía el respeto más que ningún otro...pese a ser un espía para los nazis. Seguramente Oscar Wilde entendería esto.
Nosotros sin embargo no parece que merezcamos el respeto de los que programan las televisiones. Nos han alimentado con basura para cerdos y nos la hemos comido toda. Y ahora pedimos más. Tenemos la basura instaurada en nuestras vidas. Nosotros no somos señores.
0 comentarios